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Qué es malware: tipos, ejemplos y cómo prevenirlo

Publicado: Noviembre 19, 2025 por DataCrédito Experian

El malware no es un problema exclusivo de “grandes corporaciones” ni de equipos obsoletos. Es, hoy, una de las causas más frecuentes de pérdidas económicas, interrupciones operativas y fraudes en PYMES y empresas en crecimiento. Cada archivo malicioso que entra (por correo, mensajería, USB o una app móvil) puede “abrir la puerta” a robo de información, suplantación de identidad, extorsión o a que tu infraestructura sea usada para atacar a terceros. Y en un entorno donde clientes y proveedores confían en tu disponibilidad y en la custodia de sus datos, una infección no solo afecta la caja: compromete relaciones, reputación y cumplimiento regulatorio.

Este artículo explica, en lenguaje claro, qué es el malware, cómo se clasifica, ejemplos concretos, cómo opera y, sobre todo, cómo prevenirlo con prácticas alcanzables para cualquier empresa. A lo largo del texto encontrarás referencias para ampliar criterios de protección, cultura digital y prevención de fraude. Si quieres un panorama estructural de controles y buenas prácticas, te servirá repasar esta guía de seguridad digital: lo que toda empresa debe saber.

Qué es malware

“Malware” es un término paraguas para cualquier software malicioso diseñado con fines dañinos: infiltrarse, espiar, cifrar, destruir, secuestrar o desviar recursos de un sistema. Puede llegar como archivo adjunto, enlace, actualización falsa, app móvil, extensión de navegador o incluso como un script que se ejecuta en memoria sin dejar rastros evidentes en disco.

Su objetivo no siempre es visible de inmediato. A veces el atacante prefiere persistir en silencio para observar, robar credenciales, mapear la red o esperar una fecha clave (por ejemplo, fin de mes) para maximizar impacto. Por eso, un endpoint “lento” o un servidor con “consumo de CPU inusual” pueden ser señales de compromiso y no simples problemas técnicos.

Tipos de malware

Aunque existen decenas de familias, reconocer las más comunes te ayudará a identificar comportamientos sospechosos y priorizar controles:

Virus. Se adjuntan a archivos legítimos; al abrirlos, se ejecutan y pueden propagarse a otros documentos o máquinas compartiendo recursos en red. Suelen corromper archivos y degradar el rendimiento.

Gusanos (worms). No requieren intervención del usuario para propagarse. Se aprovechan de vulnerabilidades y “saltan” de equipo a equipo, saturando redes y servicios.

Troyanos. Se camuflan como software legítimo para que el usuario los ejecute. Abren “puertas traseras” para control remoto, instalación de otros módulos o exfiltración de datos.

Ransomware. Cifra información y exige un pago por la clave. A menudo, además, exfiltra datos para doble extorsión (“paga o publicamos los archivos”). Es crítico contar con respaldos fuera de línea.

Spyware y keyloggers. Espían actividad, capturan pantallas y registran teclas para robar credenciales, números de tarjetas o información sensible.

Adware malicioso. Inunda de anuncios e instala extensiones que manipulan resultados, inyectan scripts y pueden abrir la puerta a otras infecciones.

Rootkits. Ocultan procesos y archivos maliciosos a nivel del sistema, dificultando su detección y eliminación.

Botnets y backdoors. Convierten tus equipos en “zombis” controlados desde un centro de comando, usados para spam, DDoS o fraude automatizado.

Cryptojacking. Secuestra poder de cómputo para minar criptomonedas, elevando el consumo de energía y degradando el rendimiento.

Fileless malware. Vive en memoria y abusa de herramientas legítimas del sistema (living-off-the-land), complicando su detección por antivirus tradicionales.

Ejemplos de malware

Contabilidad bajo secuestro. Un correo con “factura pendiente” instala ransomware en el equipo del área financiera. Se cifran bases de datos contables y backups conectados; la operación se detiene en cierre de mes. Sin copias desconectadas, la recuperación se complica.

Troyano bancario en ventas. Un ejecutable disfrazado de “actualización de catálogo” roba cookies y credenciales de banca empresarial. El atacante inicia transferencias fraccionadas fuera de horario.

Spyware en dirección. Una extensión “grupal” de productividad solicita permisos amplios en el navegador; luego extrae documentos estratégicos del drive corporativo.

Cryptojacking en servidores. Una aplicación expuesta sin parches permite la instalación de un minero. Los costos de nube se disparan y servicios críticos sufren latencia.

Ataque dirigido con ingeniería social. Un mensaje personalizado (nombre, cargo, proveedor real) persuade a un gerente para abrir un adjunto con macros maliciosas. Este patrón encaja con lo descrito en spear-phishing: qué es y cómo afecta a las empresas: ataques precisos que elevan la tasa de engaño.

Cómo funciona el malware

Aunque las técnicas varían, muchas infecciones siguen un ciclo similar:

1) Entrega. Llega por correo, mensajería, descargas, sitios comprometidos o dispositivos removibles. Los atacantes combinan engaños con urgencia y verosimilitud. En móviles, los mensajes SMS o llamadas que buscan que instales apps fuera de tiendas oficiales son frecuentes; por eso conviene conocer los riesgos de smishing y vishing.

2) Ejecución y explotación. El usuario abre el archivo, permite macros o la app explota una vulnerabilidad sin intervención. A partir de ahí, descarga módulos adicionales.

3) Persistencia. Modifica claves de registro, tareas programadas, extensiones o servicios para ejecutarse en cada reinicio.

4) Movimiento lateral. Busca credenciales y accesos compartidos para pasar de un equipo a otro, escalar privilegios y llegar a activos de mayor valor (servidores, ERPs, respaldos).

5) Acciones en el objetivo. Cifrar, robar, capturar teclas, insertar reglas en correo, iniciar transferencias, manipular precios o desactivar controles.

6) Comunicación encubierta. Reporta a un servidor de comando y control. Puede usar canales cifrados o servicios legítimos para camuflar tráfico.

Entender este flujo te ayuda a colocar controles por capas: filtrar la entrada, evitar ejecución indebida, detectar persistencia, limitar privilegios, segmentar redes y monitorear salida.

El malware como herramienta del fraude

El malware es un habilitador de fraudes financieros y de identidad. Permite:

  • Robo de credenciales para tomar cuentas (ATO) y aprobar pagos no autorizados.
  • Intercepción de tokens o redirección de segundos factores si el dispositivo está comprometido.
  • Manipulación de transacciones: cambiar beneficiarios, montos o referencias en transferencias o portales.
  • Captura de información personal para construir identidades sintéticas o suplantar clientes ante terceros.
  • Automatización: botnets que prueban combinaciones de usuario/clave o llenan formularios de crédito con datos robados.

El fraude moderno no se limita a convencernos por teléfono o correo: mezcla ingeniería social, malware, credenciales filtradas y automatización para incrementar la tasa de éxito y reducir costos del atacante. De ahí la importancia de conectar la defensa técnica con procesos (segregación de funciones, doble aprobación, límites por monto) y personas (conciencia, entrenamiento y respuesta ordenada).

Cómo prevenir el malware

Ningún control único resuelve el problema. Lo efectivo es un enfoque en capas que combine tecnología, procesos y cultura. Estas prácticas, priorizadas, elevan significativamente tu nivel de protección:

1) Reduce superficie de ataque.
Actualiza sistemas y aplicaciones (parches), elimina software innecesario, deshabilita macros por defecto y bloquea ejecución desde carpetas temporales y unidades removibles. Mantén una lista blanca de aplicaciones permitidas para puestos críticos (contabilidad, tesorería, TI).

2) Mínimo privilegio y separación de funciones.
Cuentas de usuario sin permisos de administrador. Accesos por rol, con caducidad y revisiones periódicas. Para pagos, exige doble aprobación y dispositivos separados para banca.

3) Autenticación robusta.
Activa MFA en todo (correo, VPN, SaaS, ERP). Prioriza tokens de hardware o aplicaciones autenticadoras frente a SMS cuando sea posible.

4) Protección de endpoints y correo.
Usa EDR/antivirus con detección conductual, filtrado de adjuntos y enlaces, y sandboxing. En correo, aplica políticas DMARC, SPF y DKIM para reducir suplantación.

5) Segmentación y copias de seguridad 3-2-1.
Segmenta la red para limitar el movimiento lateral. Mantén 3 copias, en 2 medios, 1 fuera de línea o inmutable. Prueba la restauración con frecuencia (backup no probado = backup que no existe).

6) Monitoreo y analítica.
Registra eventos de seguridad, correlaciónalos y genera alertas ante comportamientos anómalos (inicio de sesión fuera de horario, elevación de privilegios, exfiltración). Aquí aporta el enfoque de prevención de fraude: el poder del análisis de datos para encontrar patrones inusuales.

7) Gobierno de dispositivos móviles.
MDM/EMM para políticas de seguridad en smartphones: cifrado, bloqueo, borrado remoto, apps aprobadas, versiones mínimas.

8) Proveedores y terceros.
Evalúa riesgos en acceso de consultores y software de terceros; usa cuentas individuales, vigencia limitada y monitoreo. Un proveedor comprometido puede convertirse en “caballo de Troya”.

9) Cultura y simulación.
La gente decide si hace clic o no. Entrena con casos reales, micro-cápsulas y simulaciones periódicas. Conecta la ciberhigiene con una educación financiera enfocada en reducir el riesgo digital: reconocer fraudes también es una competencia financiera.

10) Plan de respuesta.
Define qué hacer ante una sospecha: aislar equipos, revocar accesos, notificar, activar respaldos, comunicar a clientes si aplica y documentar. Practícalo. La diferencia entre incidente y crisis es muchas veces la velocidad de reacción.

Impacto del malware en las empresas

El impacto se mide en dinero, tiempo y confianza:

  • Financiero. Costos de recuperación, horas de soporte, servicios forenses, multas, extorsiones, aumento de primas de seguro, oportunidades de venta perdidas por indisponibilidad.
  • Operativo. Paradas de producción, colas en servicio al cliente, retrasos en despachos, re-trabajos y migraciones forzadas.
  • Legal y reputacional. Notificaciones a afectados, sanciones por protección de datos, deterioro de marca, pérdida de contratos.
  • Estratégico. Competidores que avanzan mientras te recuperas; equipos internos que se queman atendiendo la contingencia.

La buena noticia: el impacto se reduce drásticamente cuando existe un plan y se combinan controles técnicos con verificación de identidad robusta al abrir cuentas, modificar datos sensibles o autorizar transacciones. Si necesitas fortalecer esta capa, revisa nuestras soluciones de fraude e identidad para validar clientes sin fricción innecesaria y prevenir suplantaciones que suelen acompañar incidentes de malware.

Preguntas frecuentes

¿Qué es el malware y ejemplos?
Es software malicioso que busca dañar, espiar o secuestrar sistemas. Ejemplos: ransomware que cifra la base contable, troyanos que roban credenciales bancarias, spyware que captura pantallas, gusanos que se propagan por la red y cryptojacking que usa tus servidores para minar criptomonedas.

¿Qué es un malware?
Es cualquier programa o código diseñado con intención dañina. A diferencia de un bug (error), el malware persigue un objetivo: robar información, extorsionar, tomar control o degradar servicios. Puede ocultarse como archivo legítimo, script en memoria o app móvil.

¿Qué es el malware y cómo se elimina?
Ante una sospecha: aísla el equipo (red), no lo apagues si necesitas forense, ejecuta un escaneo con herramientas EDR/antivirus actualizadas, revoca credenciales, restaura desde backups desconectados si hay cifrado, parchea vulnerabilidades y monitorea accesos anómalos. En infecciones complejas, la ruta más segura es reinstalar desde medios confiables y rotar todas las claves relacionadas.

¿Cuáles son los 5 tipos de malware?
Una lista corta y útil: virus, gusanos, troyanos, ransomware y spyware. En la práctica verás más variantes (adware malicioso, rootkits, botnets, cryptojacking, fileless), pero con estos cinco ya cubres los comportamientos más frecuentes.

Con una estrategia por capas (gente, procesos y tecnología), el malware deja de ser un golpe de suerte para el atacante y se convierte en un riesgo gestionado por tu organización. El objetivo no es “no tener incidentes”, sino reducir la probabilidad, acortar el tiempo de detección y minimizar el impacto cuando ocurran. Y eso se logra con orden, disciplina y decisiones informadas.

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